Wednesday 12 March 2014

La alegría en la prueba

Prólogo a esta publicación: Habiéndo pasado ya largo tiempo en que nada extenso publico, he aquí que lo ejecuto ahora teniendo en cuenta aquello que tú, ¡oh hermano!, dices: “nadie lee tus publicaciones porque son largas”. R. A. (sus iniciales) me lo ha confirmado alguna que otra vez. Pero con la esperanza de que sirva de provecho al menos a uno sólo, eso de animarme ha mucho. Pueden también decirme hasta qué línea o párrafo habéis llegado, de los 15 que ha, jeje. (No “hay”, sino “ha”, en su uso antiguo como sinónimo de “tiene”). Aquí viene la publicación propiamente dicha:

“Alegrense cuando sean sometidos a todo tipo de prueba” nos dice el apóstol Santiago al principio de su carta del Nuevo Testamento. Sin ir a aquellas dificultades raras, que quizás también todos hemos experimentado de algún modo u otro, quedémonos con las que vivimos más seguido, en nuestra relación cotidiana con los que nos rodean. ¡Cuántas cosas nos hacen renegar y poner chinchudos! Entre ellas, cada día, Aquel que nos modeló en el vientre materno, nos sigue forjando dulcemente como el oro se prueba en el fuego, permitiendo que caminemos entre algunas que otras tentaciones.

Toda tentación es una tendencia, tendencia la cual es generada por la tensión que se produce al querer salir de un dilema moral, entre dos opciones que se nos presentan: la elección entre Dios o el demonio, Dios o yo, el Bien (Dios) o el mal, la verdad (Dios) o la mentira. Estas dos opciones se presentan cuando el querer hacer el bien implicaría una dificultad para uno mismo, dificultad la cual se vería anulada (o postergada) si elijo aquello que sé (o que supongo) que está mal. Por eso, entre paréntesis, es importante conocer la Fe, para saber con más certeza qué se debe hace y qué no se debe hacer, qué es amar y qué es egoísmo.

Al presentar batalla contra esta tensión (tentación), el demonio nos tienta o bien con el mal humor (al no poder hacer lo que nos gustaría, lo que nos complacería) o bien con la tristeza (al no ver el bien por el que nos esforzamos). Hay que tener en cuenta que los pensamientos pueden venir de Dios, de uno mismo o del demonio también. Así como Dios nos manda luces mediante sus ángeles, el demonio nos manda lo suyo mediante los demonios.

Por eso San Pablo dice que tenemos que estar alegres, como en una de sus cartas que dice: "alégrense en el Señor, se los repito: alégrense", porque la tristeza no es de Dios. Él no nos hizo para ser infelices, no mandó a Su Hijo a morir en la Cruz por nosotros para hacernos infelices, sino para mostrarnos su Amor. Y Él es la Verdad, y no puede mentir (hay razones filosóficas que explican esto, pero que no cito para no extenderme más de lo que me extiendo). Todo Su obrar en la Historia de la Salvación fue repetirnos que nos ama. Nuestra historia misma, la de cada uno de nosotros forma parte de esta Historia de la Salvación.

Si Él nos hizo para ser felices, no hay lugar para la tristeza. O si lo hay, es para aquella que nos acerca a Dios tras alejarnos de Él. Si Él nos hizo para ser felices, eso es lo que significan también aquellas palabras del Padre Nuestro: "hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo": que seamos felices (eso es lo que Él nos pide y por lo tanto lo que Él quiere, es decir, es Su Voluntad). Que estemos alegres, con la alegría que Dios quiere. Pero alegres de verdad, no de mentira. Lo que habrá que ver es qué se entiende por alegría y felicidad, dónde se encuentra la verdadera alegría y felicidad cristianas.

En cuanto a la felicidad, habrá quizás que redescubrir qué es, y qué no es, la verdadera felicidad. En una palabra, podríamos identificar la felicidad con la paz de Dios en nuestra alma, en el alma del cristiano. No digo que la felicidad, esa paz, sea la ausencia total de pecados, ni el llegar a ser omnipotentes, ni a no tener un pasado que quizás nos hubiera gustado vivir de otro modo más cerca de Dios, ni a no tener ningún tipo de sentimientos (ser como algas marinas). No. La felicidad es el hecho de saberse amado por Dios a pesar de... cualquier cosa. De saberse llamado por Dios a una vida con Él y con los que a Él aman, entre los que Él ama.

El Papa Francisco insiste mucho con la alegría y el gozo del Evangelio, y lo demuestra cada día, ya que ella aleja de nosotros la tentación de la tristeza y del mal humor (los cuales querríamos eliminar haciendo cosas indignas de hijos de Dios, como lo somos nosotros). La alegría es un Don del Espíritu Santo: puede ser que por momentos te des cuenta que estás siendo tentado por sentimientos de tristeza o de mal humor, pero al punto el Espíritu Santo y sin que te des cuenta, te moverá a la alegría. Podemos dar testimonio de ello. Es como si Dios viniera atrás tuyo y soplara en tu alma su aliento, un viento, que te hará moverte con alegría según Él. Como si el mismo Dios te alentara a seguir, a no bajar los brazos. Claro que como Él es todopoderoso no hace las cosas mágicamente de un momento al otro, sino que se toma su tiempo. –Recordemos los siete días que se tomó para crear el universo, pudiéndolo crear de un toque–.

El mundo actual cree encontrar la felicidad en las cosas materiales, fuera de Dios. Considera a Dios un obstáculo para ser feliz. No lo ve como Padre. El mundo quiere ser totalmente independiente, ocupar el lugar de Dios, decidir qué es lo que está bien y qué está mal. Cree saber más que Dios, cuya Sabiduría Encarnada -Jesucristo- enseñó desde la cátedra de la Cruz (el amor caridad), lo cual llega a ser escándalo para unos y necedad para otros. Así, el mundo, quiere poner a Dios a su servicio. Cree también encontrar la felicidad en el poder, considerando al otro como un enemigo más que como un hermano: “el otro es un obstáculo que me impide agrandar mi poder”.
San Pablo nos dice que resistamos al diablo firmes en la Fe, porque anda rondando como león buscando a quien devorar. La resistencia se relaciona con la Fe, ya que cuanto más nos convenzamos de que Dios quiere nuestra felicidad, más nos querremos poner en Su servicio, sabiendo también que 

Él conoce desde siempre nuestro pasado, presente y futuro, y sólo Él sabe qué hubiera sido de nosotros si no hubiera permitido que nos equivocáramos una y tantas veces. Cuando creamos de verdad en que Él quiere y desea nuestra felicidad más que nosotros mismos, se fortalecerá más nuestra Fe. Convenzámonos que para Él no es difícil sacar mucho bien de nuestro pasado, pero demos también gracias de las tantas oportunidades que nos dio de seguir caminando en esta vida.

Consideremos que muchas veces nosotros nos empecinamos en querer el auto usado de un desconocido, cuando Él quiere darnos uno cero kilómetro. Pasemos esto al plano espiritual, para también dejar de desear mal lo ajeno, para agradecer los dones recibidos y pedir lo que queramos. Él nos lo concederá. Únicamente que, como dice Santiago el apóstol, pidamos sólo para satisfacer nuestras pasiones, sin pensar en que le haría mal a nuestra alma. O, para aquellos que no son gustosos de hablar de "alma", a nuestra vida.

Que el Señor nos bendiga, y nos acerque cada vez más a Él.

En María, la Fortalecida y la Consolatriz, el Auxilio de los Cristianos y Señora del Perpetuo Auxilio.

Si hay algún error teológico o gramático, o de lo que fuere, no tengan recelo en decirmelo.

Sergio I. Poratti

No comments: